Aún quedan lugares en los que uno todavía puede imaginar cómo eran hace cientos de miles de años. La Antártida es uno de esos pocos privilegiados paraísos donde perdura inexorablemente un paisaje y una fauna, casi extraterrestres. Es demasiado distinto a todo lo que hayamos visto antes.
LA ÚLTIMA CIUDAD
En la Antártida todo es superlativo. Es el lugar más frío del Planeta, el desierto más seco y contiene el 70% del agua dulce de la Tierra. Sólo se puede visitar el séptimo continente durante el verano austral, de noviembre a febrero, y de las tres regiones en que se divide, la Península Antártica es el área más accesible debido a su proximidad a Sudamérica.
El viaje desde España se inicia en Ushuaia, conocida como la ciudad del Fin del Mundo. Desde allí, los exploradores que quieran emular a Roald Amundsen, el conquistador del Polo Sur, se embarcarán en el Fram un navío que tras dos o tres días de travesía y superar el estrecho de Drake llegará a la Antártida.
Una vez allí, si el clima y el mar lo permiten, se desembarca -a bordo de lanchas y en grupos reducidos para causar el menor impacto ecológico- en algunas de las bases científicas, el único rastro de vida además de la fauna antártica. La primera escala es en la Isla Decepción, una bahía volcánica que conserva los restos de una antigua base ballenera y donde retozan los pingüinos y lobos marinos en una playa de arena negra. Algunos, los más valientes, excavan un surco en la tierra para chapotear en el agua subterránea de Port Foster.
EL HOGAR DEL ICEBERG
[ad#ad-1]Los azulados icebergs surcan el océano como enormes buques fantasma, mecidos por el oleaje antes de llegar a Port Lockroy, una antigua base británica, convertida en romántico museo y rodeada de una vasta colonia de pingüinos de papúa. Sin duda, una de las estampas más impactantes se da en la isla de Peterman. Es la patria de los Cormoranes imperiales que sobrevuelan majestuosos icebergs y donde los pingüinos luchan por los nidos de piedra en los que incubarán sus huevos. Las ballenas que nadan en el cercano Canal de Lemaire y las focas son otros de los habitantes de estas aguas heladas, mientras que en el Estrecho de Gerlache y la Half Moon Island sobrecogen las siluetas de monte e islas polares.
La paz muda y gélida crea una mezcla de emociones ante la inmensidad y la belleza de un paisaje puro. Nadie puede llevarse ni una piedra del continente, sólo el recuerdo del silencio, el frío y el blanco polar. Esto es la Antártida.
Fuente: Oxígeno nº108