La publicidad se considera una buena fuente de ingresos para la administración, ya que se puede incorporar en múltiples soportes y espacios públicos, siempre con el criterio de la venta de la máxima audiencia cautiva. Es decir, le prometen al fabricante que su anuncio va a ser visto por un gran número de personas que, inconscientemente y sin tener nada que ver con el fabricante y el político que administra el soporte público, recibe un consejo de compra o modelo de vida según han pactado a sus espaldas.
Los dirigentes políticos no han puesto ningún tipo de freno a la voracidad contaminadora de espacios públicos de los fabricantes y publicistas. Y lo que es peor, los ciudadanos estamos tan narcotizados con su contaminación que no oponemos resistencia alguna, llegando incluso a asegurar que «los anuncios quedan bonitos».
Además de contaminar los espacios ya existentes, se ha desarrollado toda clase de soportes integrados con el mobiliario urbano, cuyo único fin es cargar aún más el espacio visual con mensajes publicitarios comerciales.
Esta conquista del espacio se ha realizado de forma tan contundente que resulta extraño que los ciudadanos no hayamos opuesto resistencia.
Si anteriormente la colonización se realizaba a la fuerza mediante el envío de ejércitos, en la actualidad, son las ondas y los espacios visuales los que realizan la labor de sometimiento, con sus tropas de publicistas.
[ad#ad-1]El negocio de la contaminación visual se agrava cuando los productos que se anuncian son perjudiciales para la salud, como es el caso del tabaco y el alcohol.
El espacio privilegiado para la contaminación visual es el lugar donde se produzcan grandes concentraciones de personas lógicamente, y no queda prácticamente lugar donde su influencia no haya llegado. Si la publicidad ha transformado la imagen de las ciudades, con el espacio subterráneo ha ocurrido lo mismo, e incluso se ha diseñado ya teniendo en cuenta las posibilidades máximas de explotación.
Aquel ciudadano que tenga que utilizar el transporte público, se verá obligado inevitablemente a posar su vista en los cientos de metros cuadrados de superficie contaminada por los mensajes de las multinacionales. Esta conquista del espacio se lleva a cabo con total facilidad, se utilizan paredes, columnas, papeleras, barandillas de pasarelas y escaleras, el suelo, y en los últimos años también han colocado pantallas de televisión y proyectores multimedia que llegan a disparar su imagen en la misma cara de los viajeros. Primero no se atrevieron a incluir el sonido, pero ahora ya no hay quien los pare.
1 comentario
Cierto, miremos donode miremos encontraremos un mensaje publicitario. En la rehabilitación de fachadas, los impactos son enormes. Un anuncio a semejante tamaño tiene una cantidad de impacto visual en determinadas que calles. En algunos metros hasta el espacio entre metro y metro enmedio de las vías sirve para albergar un anuncio.
Es un continuo bombardeo de imágenes. Que razón tienes al decir que4 esto no hay quién lo pare.
un saludo